Cuanto vales?
Hace algunos años en la universidad, cuando estabamos a mitad de la carrera, había en el grupo de primíparos cinco niñas muy bonitas, parecían hermanitas, todas monas, de ojos claros y rostros angelicales, que obviamente despertaron la curiosidad y los deseos de los niños de la facultad.
En alguna ocasión, en ese mismo semestre, llegaron con el cuento de que a una de ellas la habían elegido para representar a Bogotá en un reinado universitario del Bambuco por allá en Bucaramanga (creo), y que la universidad no patrocinaba su participación, así que empezaron a hacer rifas todas las semanas con el fin de recoger fondos para que la niña se fuera a su reinado, sobra decir que las niñas eran supremamente efectivas vendiendo cuanta rifa sacaban y los niños se mataban por colaborarles a cambio de una sonrisita y una miradita coqueta.
La niña se fue al reinado, no recuerdo como le fue, pero no ganó, las que si ganaron fueron sus amigas ya que descubrieron una forma simple de auto financiarse y fue así como aún tiempo después de que el evento se había efectuado ellas ya habían cogido por costumbre hacer una rifa semanal.
A nosotras ya nos tenían cansadas con sus rifitas, así que un día cuando se acercaron a ofrecernos unas boletas las recibimos en plena cafetería con un discurso acerca de como los demás estudiantes no teníamos porque financiarlas y que nos parecía muy mal que se les hubiera vuelto costumbre y en resumidas cuentas que cogieran oficio y dejaran de importunar con sus puercas rifas, las niñas visiblemente afectadas por nuestra diatriba pública, se acercaron a la mesa siguiente, donde estaba sentado un compañero que ya se había graduado y que era mucho mayor que nosotros, y una de ellas le dijo con voz dulce y mirada coqueta:
- Tu si me vas a comprar, cierto?
A lo que el mencionado compañero contestó, después de mirarla morbosamente de arriba abajo:
- Depende, cuánto vales?
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